Cuando
nos ocurren situaciones incómodas en la vida tendemos a situarnos en la
posición de víctima para así poder argumentar lo injusto que es el
mundo con nosotros.¿Has visto este tonto? o ¿Por qué me pasa esto a mi?
Son frases que oímos y decimos a diario.
Esta
puede parecer que debe ser la respuesta normal. Pero para alguien que
se pregunta las causas de las cosas que le suceden, esta respuesta le
resulta ya insuficiente. El hecho de que suceda X no deja de ser una
consecuencia pero ¿Cuál es la causa real que provoca tal suceso?
CAUSAS & EFECTOS
Vivimos centrados en el mundo de circunstancias y la mayoría de las causas nos pasan inadvertidas para nuestros ojos no entrenados.
Así responsabilizamos al mundo y a los demás de las injusticias que
vivimos y día tras día vemos crecer nuestra sensación de víctima
crónica.
El
paso de ver todo como casual, a ver la causa real que ha provocado ese
suceso, requiere esfuerzo. Esfuerzo de autodominio, esfuerzo de
comprensión, esfuerzo de consciencia…y muchas veces no sabemos como ni
por donde empezar.
El azar no existe.
Todo sucede por algo. No existen equivocaciones o errores. Todo tiene
su propósito en la vida. (Otra cosa es que nosotros sepamos el propósito
de todo lo que sucede en el mundo). El primer paso requiere de un
proceso de maduración personal que suele venir como consecuencia de
haber sufrido una crisis fuerte. Esta crisis nos hace replantear muchas
cosas, entre ellas la de: Todo lo que nos sucede nos sucede por algo, premisa básica para encarar un futuro responsable.
Algunas
veces suceden cosas para mostrarnos como un espejo ciertas actitudes o
comportamientos que no reconocemos en nosotros. Por ejemplo si nos
roban, tal vez, nuestra actitud hacia el dinero no sea la correcta, si el coche se estropea tendrá una relación también con nuestro comportamiento, etc.
Todo
cobra sentido y una nueva dimensión, los accidentes, las enfermedades,
las confrontaciones, etc. Todo se ve de distinto modo y nos damos cuenta
que la lucha, la verdadera lucha no está con nuestras esposas o
esposos, o con nuestros hijos, con el jefe o el vecino sino con nosotros
mismos.
“El
hombre provoca sus propias calamidades y después protesta contra los
invitados inoportunos, por haberse olvidado de cómo, cuándo y dónde
escribió y envió las invitaciones. El tiempo jamás olvida; y en el
momento oportuno, entrega cada invitación en la dirección correcta,
conduciendo a cada invitado a casa de su anfitrión.
El
rayo jamás caerá sobre una casa si la casa no lo atrae. La casa es tan
responsable como el rayo de su propia ruina. Un toro jamás corneará a un
hombre si el hombre no le invita a ensartarle. Y en verdad, aquel
hombre debe responder por su sangre más que el toro. El asesinado afila
el puñal del asesino y ambos ejecutan la puñalada final.”
Extraido de “El Libro de Mirdad” de Mikhaïl Naimy.
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