miércoles, 30 de abril de 2014

Casualidad o causalidad

azar
Cuando nos ocurren situaciones incómodas en la vida tendemos a situarnos en la posición de víctima para así poder argumentar lo injusto que es el mundo con nosotros.¿Has visto este tonto? o ¿Por qué me pasa esto a mi? Son frases que oímos y decimos a diario.

Esta puede parecer que debe ser la respuesta normal. Pero para alguien que se pregunta las causas de las cosas que le suceden, esta respuesta le resulta ya insuficiente. El hecho de que suceda X no deja de ser una consecuencia pero ¿Cuál es la causa real que provoca tal suceso?

CAUSAS & EFECTOS

Vivimos centrados en el mundo de circunstancias y la mayoría de las causas nos pasan inadvertidas para nuestros ojos no  entrenados. Así responsabilizamos al mundo y a los demás de las injusticias que vivimos y día tras día vemos crecer nuestra sensación de víctima crónica.

El paso de ver todo como casual, a ver la causa real que ha provocado ese suceso, requiere esfuerzo. Esfuerzo de autodominio, esfuerzo de comprensión, esfuerzo de consciencia…y muchas veces no sabemos como ni por donde empezar.

El azar no existe. Todo sucede por algo. No existen equivocaciones o errores. Todo tiene su propósito en la vida. (Otra cosa es que nosotros sepamos el propósito de todo lo que sucede en el mundo). El primer paso requiere de un proceso de maduración personal que suele venir como consecuencia de haber sufrido una crisis fuerte. Esta crisis nos hace replantear muchas cosas, entre ellas la de: Todo lo que nos sucede nos sucede por algo, premisa básica para encarar un futuro responsable.

Algunas veces suceden cosas para mostrarnos como un espejo ciertas actitudes o comportamientos que no reconocemos en nosotros. Por ejemplo si nos roban, tal vez, nuestra actitud hacia el dinero no sea la correcta, si  el coche se estropea tendrá una relación también con nuestro comportamiento, etc.

 Todo cobra sentido y una nueva dimensión, los accidentes, las enfermedades, las confrontaciones, etc. Todo se ve de distinto modo y nos damos cuenta que la lucha, la verdadera lucha no está con nuestras esposas o esposos, o con nuestros hijos, con el jefe o el vecino sino con nosotros mismos.

“El hombre provoca sus propias calamidades y después protesta contra los invitados inoportunos, por haberse olvidado de cómo, cuándo y dónde escribió y envió las invitaciones. El tiempo jamás olvida; y en el momento oportuno, entrega cada invitación en la dirección correcta, conduciendo a cada invitado a casa de su anfitrión.
El rayo jamás caerá sobre una casa si la casa no lo atrae. La casa es tan responsable como el rayo de su propia ruina. Un toro jamás corneará a un hombre si el hombre no le invita a ensartarle. Y en verdad, aquel hombre debe responder por su sangre más que el toro. El asesinado afila el puñal del asesino y ambos ejecutan la puñalada final.”

Extraido de “El Libro de Mirdad” de Mikhaïl Naimy.

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