sábado, 1 de febrero de 2025

Del propósito de vida

 El joven y el propósito

En un pequeño monasterio, al pie de una montaña, vivía un joven discípulo que siempre se sentía perdido. Aunque había aprendido muchas enseñanzas, no podía encontrar su verdadero propósito en la vida. Sentía que algo le faltaba, pero no sabía qué era. En su corazón, buscaba una razón clara para su existencia.

Un día, se acercó al maestro anciano y le dijo con voz preocupada:

– Maestro, he estudiado las enseñanzas del monasterio durante años, pero no puedo encontrar mi propósito. Siento que estoy viviendo en el vacío, sin saber por qué estoy aquí. ¿Cómo puedo encontrar mi verdadero camino?

El maestro lo miró en silencio durante un largo rato, como si estuviera evaluando sus palabras. Luego, con calma, le pidió:

– Ven conmigo.

El joven lo siguió en silencio hasta un pequeño jardín, lleno de árboles y flores que florecían en plena primavera. El maestro señaló un árbol joven que crecía con dificultad en una esquina del jardín.

– Observa este árbol, ¿qué ves?

El joven miró el árbol, que no era tan grande ni tan fuerte como los demás, pero tenía algo especial. A pesar de su tamaño y su apariencia humilde, seguía creciendo, abriéndose al sol.

– Veo un árbol que lucha por crecer –respondió el joven–. No es tan grande como los demás, pero sigue adelante.

El maestro asintió y le pidió:

– ¿Qué crees que sería lo que haría este árbol más feliz?

El joven pensó por un momento y respondió:

– Creo que sería más feliz si creciera como los otros árboles, más grande y fuerte, alcanzando el cielo.

El maestro sonrió suavemente y le dijo:

– Este árbol no está destinado a ser como los demás. Su propósito es ser el mejor árbol que puede ser, justo en el lugar donde está, con lo que tiene. La belleza y el propósito de su vida no se encuentran en compararse con los demás, sino en aceptar y crecer con lo que la vida le ofrece.

El joven se quedó en silencio, observando el árbol con más atención. Después de un rato, el maestro le habló nuevamente:

– El propósito no está en encontrar una gran meta lejana, ni en compararte con los demás. Está en aceptar tu ser, tal como eres, y en vivir de acuerdo con lo que te hace pleno. Como este árbol, tu propósito es crecer en el lugar donde estás, ser tú mismo y estar en armonía con el fluir de la vida. No se trata de ser más grande ni más fuerte que los demás, sino de ser el mejor tú que puedes ser.

El joven, tocado por las palabras del maestro, comprendió algo profundo. El propósito no estaba en una búsqueda externa, ni en un destino lejano. Estaba en cada momento, en cada paso que daba en su camino, en aprender a vivir con autenticidad y plenitud. No importaba la forma que tomara su vida, sino cómo se conectaba con ella.

Desde ese día, el joven comenzó a mirar la vida con otros ojos. Ya no buscaba un propósito lejano o grandioso, sino que se entregó plenamente a cada experiencia, sabiendo que el propósito no era algo que encontrar, sino algo que se vivía, día tras día, en la simplicidad de estar presente.