lunes, 29 de septiembre de 2014

Así se distribuyen las emociones en el cuerpo humano

Un equipo de investigadores de la Universidad Aalto‎ de Finlandia ha logrado especificar cómo el cuerpo humano experimenta las emociones.
True Colors: Research Sheds Light On Body Emotions


© desconocido
En general, las emociones condicionan nuestro estado mental y corporal para ayudarnos a afrontar los desafíos detectados en nuestro entorno. Por esa razón, las sensaciones que emergen de ciertos cambios corporales son una característica importante de nuestras experiencias emocionales.

"Las emociones ajustan no sólo nuestra salud mental, sino también nuestros estados corporales. De esta manera, nos ayudan a prepararnos para que podamos reaccionar rápidamente ante los peligros, pero también para que aprovechemos las oportunidades que nos ofrece nuestro entorno, como cualquier interacción social placentera", explica Lauri Nummenmaa, uno de los autores del estudio, en un comunicado de dicha Universidad.

La conexión entre emociones y cuerpo hace posible, por ejemplo, que experimentemos la ansiedad como dolor en el pecho o que el enamoramiento desencadene cálidas sensaciones placenteras en todo nuestro organismo.

Pero los científicos de la Universidad de Aalto han logrado concretar cómo vive el organismo otras emociones. Descubrieron, entre otras cosas, que las emociones humanas más comunes desencadenan sensaciones corporales fuertes, y que los mapas corporales emocionales varían en función de las emociones.

También constataron que los mapas o patrones corporales de la emoción son los mismos en diversas culturas de Europa Occidental y del este asiático, lo que sugiere que las emociones y los patrones de sensaciones corporales que les corresponden tienen una base biológica.

"Estos resultados tienen implicaciones importantes para nuestra comprensión de las funciones de las emociones y su base corporal. Por otro lado, nos ayudan a entender diferentes trastornos emocionales y proporcionan nuevas herramientas para su diagnóstico", añaden los investigadores.

El estudio fue llevado a cabo online con más de 700 personas procedentes de Finlandia, Suecia y Taiwán. Los científicos indujeron diferentes estados emocionales en los participantes.

Posteriormente, a éstos se les mostraron imágenes de cuerpos humanos a través de la pantalla de un ordenador, y se les pidió que coloreasen las regiones corporales cuya actividad sentían creciente o decreciente según la emoción.

Diferentes emociones pudieron así asociarse, de manera consistente, con las estadísticas de las sensaciones corporales definidas por los voluntarios en el trascurso de los experimentos, explican los investigadores en un artículo aparecido en PNAS.

En la imagen ilustrativa resultante puede verse, por ejemplo, cómo el amor y la felicidad son vividos con casi todo el cuerpo; mientras que la envida o el desprecio se viven en áreas más reducidas del organismo.

El cuerpo no sólo refleja las emociones que sentimos, sino que además puede influir en cómo las sentimos. Al menos eso es lo que se desprendió de un estudio realizado en 2013 por científicos de la Brighton and Sussex Medical School del Reino Unido.

En aquel caso, se descubrió que la forma en que nuestras mentes reaccionan y procesan emociones ajenas varía en función del estado fisiológico de nuestro corazón.

En concreto, el estudio constató que si se ve una cara con expresión de miedo durante la sístole (contracción miocárdica, durante la cual el corazón expulsa la sangre que hay en su interior) percibimos esa emoción de manera más intensa que si se ve la misma cara de miedo durante la diástole (período en el que el corazón se relaja después de una contracción).

Por otro lado, un segundo experimento demostró la importancia de la amígdala cerebral -que responde a estímulos sentidos por otras partes del organismo- en el procesamiento de información emocional procedente de otros individuos.
Fuente: Sott

sábado, 20 de septiembre de 2014

Lo que nos sucede no importa tanto como nuestra reacción ante ello.

La siguiente reflexión está basada en un principio conocido como "90/10". Stephen Covey, conferencista y escritor estadounidense, lo cuenta de la siguiente manera.


El 10% de la vida está relacionado con lo que nos pasa, y el 90% de la vida está relacionado con la forma en cómo reaccionamos a esto. Nosotros realmente no tenemos control sobre el 10% de lo que nos sucede.

No podemos evitar que el coche se averíe, que el avión llegue tarde, lo que tirará por la borda todo nuestro plan. Un automovilista puede obstaculizarnos en el tráfico. No tenemos control de este 10%. Nos viene dado. El otro 90% es diferente. Nosotros determinamos ese otro 90%. ¿Cómo? Con nuestra reacción.

Usemos un ejemplo:

Estás desayunando con tu familia. Tu hija sin querer derrama una taza de café y salpica tu camisa de trabajo.
Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar. Lo siguiente que suceda será determinado por tu reacción.
Supongamos que tú maldices, regañas severamente a tu hija porque te tiró la taza encima. Ella rompe a llorar. Después de regañarla, te vuelves a tu esposa y la criticas por colocar la taza demasiado cerca del borde de la mesa. Y sigue una batalla verbal. Tú vociferando vas a cambiarte la camisa.

Cuando acabas, encuentras a tu hija demasiado ocupada llorando terminándose el desayuno, para estar lista para la escuela. Tu hija pierde el bus.Tu esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Te apresuras a buscar el coche y llevas a tu hija a la escuela. Debido a que ya vas con retraso, conduces a 65 km por hora, cuando la velocidad máxima permitida es de solamente 50 km. Después de 15 minutos de retraso y ganarte una abultada multa de tránsito, llegas a la escuela. Tu hija corre a su clase sin decirte adiós.

Después de llegar a la oficina 20 minutos tarde, te das cuenta de que se te olvidó el maletín. Tu día empezó mal. Y parece que se pondrá cada vez peor. Estás loco por llegar a tu casa.
Cuando llegas a tu casa, encuentras un claro distanciamiento en tu relación con tu esposa y tu hija.
¿Por qué?.
Pues debido a cómo reaccionaste por la mañana. ¿Por qué tuviste un mal día?

A) ¿El café lo causó?

B) ¿Tu hija lo causó?

C) ¿El policía lo causó?

D) ¿Tú lo causaste?

La respuesta es la “D”. Porque tú no tenías control sobre lo que pasó con el café.
La forma en cómo reaccionaste durante esos 5 segundos fue lo que causó tu mal día.

Volvamos atrás:

Tu hija sin querer derrama la taza de café y mancha tu camisa.
Respiras hondo, le explicas que debe tener más cuidado la próxima vez y vas a cambiarte de camisa mientras ella termina de desayunar.
Tomas el maletín y ves como tu hija se despide con una sonrisa diciendote adiós mientras se sube al autobús.

Se nota una gran diferencia, ¿no?

Miles de personas sufren de estrés por cosas que no valen la pena, sufrimientos, problemas y dolores de cabeza.
Es muy importante que entendamos y apliquemos el Principio 90 -10

Por: Stephen Covey

domingo, 14 de septiembre de 2014

Cuento: La última hoja


Esta historia transcurre en la Francia de 1900, en los comienzos de un durísimo invierno.

Marie era una niña de 11 años que vivía en una antigua casa parisina. Desde que el frío se había hecho sentir, ella empezó a quejarse de un intenso dolor en la espalda que se volvía intolerable al toser. Cuando el médico fue a verla, le dio su madre el diagnóstico que más temía: tuberculosis.

En esa época, todavía sin antibióticos, la infección era casi una garantía de muerte. Lo único que los médicos podían hacer era recetar algunos paliativos para el dolor, cuidados generales, reposo… y fe.

-Estos pacientes – como casi todos- les dijo el profesional – tienen más posibilidades de curarse si luchan contra la enfermedad; si Marie dejara de pelear por su vida, moriría en algunas semanas – y luego agregó, sabiendo que era más un deseo que un pronóstico -. Estoy seguro de que si la mantenemos calentita, bien alimentada y con muchos deseos de vivir, cuando el invierno pase, ella estará fuera de peligro y la tuberculosis será sólo un mal recuerdo.

Cuando el doctor se fue, la madre de la niña miró el calendario. Faltaban todavía dos largos meses para que llegara la primavera…

Sabiendo que ninguno de sus compañeros de clase vendría a verla, por el comprensible aunque injustificado temor al contagio, la madre se llegó hasta la escuela de Marie para rogarle a la maestra a que se acercase a casa a darle algunas clases, no tanto por el aprendizaje como por emplear algo de su tiempo de encierro y aburrimiento. La maestra le dijo que no podía hacerlo. Lo sentía, pero había cuatro niños en el curso en la misma situación, ella no podía ocuparse de ellos, debía cuidar de los que todavía asistían a clase.

Al día siguiente, mientras colgaba guirnaldas caseras por la casa tratando de contagiar la alegría que no sentía por las fiestas, la madre vio la pálida cara de su hija y la tristeza reflejada en su expresión. Fue entonces cuando tuvo la idea. Con la ayuda de la casera, se ocupó esa mañana de mover todos los muebles de la casa para poder llevar la cama de Marie junto a la ventana de la sala que daba al pequeño patio central compartido. Desde allí, pensó la madre, por lo menos verá ese pequeño patio interior, el ciprés en el centro del jardín, las enredaderas en las paredes, las ventanas de los otros dos edificios. Seguramente, se dijo, se distraerá aunque sea viendo a la gente pasar de ida y de vuelta de sus ocupaciones o de sus compras de fin de año.

Entrado enero, el invierno se volvió más y más frío, y con ello la niña se agravó. Más de una noche un ataque de tos terminó con vómito de sangre y la consiguiente desesperación de la pobre jovencita y de su madre.
Una mañana al volver de la compra, la madre encontró a Marie con la mirada perdida de cara al ventanal. Nada tenía que ver ya esa niña con la Marie que ella recordaba de a penas unas semanas atrás. La madre la abrazó con fuerza sosteniendo la cabeza de su hija contra su pecho, tratando de que su hija no se diera cuenta de que lloraba. La niña señaló hacia el patio y le dijo:

-Mira, mami, ¿ves esa enredadera en la pared del edificio de enfrente? Hace semanas estaba llena de hojas, algunas más verdes, otras más amarillas. Mírala ahora qué pocas hojas le quedan. Acabo de pensar que cuando la última de las hojas de la enredadera caiga, mi vida también llegará a su fin.

-No tienes que pensar en eso- le dijo su madre, acomodando las almohadas y secándose las lágrimas de espaldas ala niña-. En primavera, de todas las enredaderas surgen nuevas hojas y la vida verde vuelve a nacer.

-Pero son otras hojas…- pensó la jovencita sin decirlo.

La enfermedad seguía su curso con altas y bajas, pero cada vez que el médico venía a visitarla veía cómo el ánimo de la paciente decaía en la misma magnitud que su estado general.

Hasta que una mañana la madre descubrió a Marie muy interesada, mirando hacia arriba por la ventana. Sin querer interrumpir, la madre se acercó con cuidado tratando de ver qué es lo que llamaba la atención de su hija. Se trataba de un joven pintor que, junto a su ventana en el tercer piso del edificio de frente, pintaba con colores vivos imágenes de París: Notre-Dame, Montmartre, el Moulin Rouge…

Por primera vez en muchos días, la madre vio a Marie entusiasmada alegre. La madre compartía esa alegría, algo por fin había captado su interés, quizás ella pudiera convencer al joven pintor para ayudarla.

Esa misma tarde la madre cruzó hacia el edificio y llamó a la puerta del artista. Cuando el joven y estrafalario artista abrió, le contó que era la madre de una niña que vivía en la planta baja, en el edificio de enfrente, le dijo que padecía una grave enfermedad, y lo que el médico había dicho.

-Lo siento mucho, señora- dijo el pintor –pero no entiendo para qué ha venido a contarme todo esto.
-Vine a pedirle que se acerque a darle algunas clases de dibujo, o de pintura a Marie. A ella siempre le interesó el arte, ¿sabe usted? Si usted pudiera bajar a casa de vez en cuando a charlar con Marie… yo, por supuesto, le pagaré lo que pida…- y con un tono de ruego terminó diciendo-. Su vida ¿sabe?, quizá depende de que usted acepte el encargo.

No por el dinero sino por la pena que le daba la imagen de la niña que ya había visto desde la ventana, el joven artista empezó a bajar un día sí y otro también a casa de Marie, llevando consigo algunas telas, carbones y colores para hablar de pintura y para animar a la joven a que utilizase su tiempo en cama para dibujar y pintar.

Durante las siguientes semanas, creció entre ellos una extraña amistad.

Una tarde, cuando el pintor bajó a verla, Marie lloraba en su cama.

-¿Qué sucede, mon cher?- le preguntó.

Marie le contó de su relación con la enredadera y luego le dijo:

-Ayer, después de que te fuiste, hubo mucho viento y muchas hojas cayeron. Cuando la tormenta pasó conté las hojas que quedaban. De las miles que había entre sus ramas sólo quedan veintiocho. Yo sé lo que eso significa: si se cayeran todas hoy, no habría un mañana para mí.

El pintor intentó convencer a Marie de que esa asociación era una tontería:

-La vida seguirá de todas maneras- le dijo -, no debes pensar jamás así. Tienes que practicar las escalas de colores y dibujar las manzanas que te pedí; si no, nunca llegarás a exponer. De hecho, gracias a haber practicado mucho en mi vida me ha llegado una invitación para exponer mis pinturas en América.

-¿Te irás?- preguntó Marie, sin querer escuchar la respuesta.

-Volveré en Mayo como muy tarde- le dijo el pintor-. Allí, si has practicado iremos a pintar en al campiña, recorreremos los museos y te enseñaré a pintar con óleo.

-No sé si estaré cuando regreses, pintor- contestó Marie-. Depende de la enredadera.

El artista, encariñado con la jovencita, la abrazó y prefirió no hablar de esa fantasía. Sólo la besó en la frente y le dejó indicaciones de qué hacer para estar ocupada hasta que él regresase.

Cuando se fue, Marie sintió como si el mundo se le derrumbara y en un negro presagio vio como, mientras el pintor cruzaba hacia su casa, el viento arrancaba de la enredadera tres hojas de golpe y las dejaba caer violentamente en el patio.

Desde ese día, cada mañana la niña controlaba desde su ventana la cantidad de hojas que quedaban en la enredadera… y cada mañana registraba un agudo dolor en el pecho cuando comprobaba que, durante la noche, alguna de sus acompañantes había caído para siempre.

-¿Qué pasa, hija?- le preguntó su madre, después de una agitada y febril noche.

-Mira, mamá- dijo Marie, señalando por la ventana-. Sólo quedan tres hojitas: una abajo junto al cuadro, otra en mitad de la pared y una más solita, arriba de todo, al lado de la ventana del pintor. Tengo miedo, mamá.

-No te asustes- contestó la madre, con una convicción que no tenía-. Esas hojitas van a aguantar; son las más fuertes, ¿entiendes? Sólo faltan dos semanas para que llegue la primavera.

La mirada divertida de Marie se transformó en la oscura expresión de un obsesivo control de las pobres tres hojitas. Y una noche de febrero, en medio de una feroz tormenta de viento y lluvia, la hoja del medio se soltó de su amarra y voló lejos. Marie no dijo nada pero redobló sus rezos para pedirla al buen Dios que protegiera sus hojitas.

-Mamá- gritó una mañana -. Mamá, ven.

-¿Qué pasa, hija?

-Queda sólo una, mami, sólo una. La de debajo de todo se cayó anoche. Me voy a morir, mami, me voy a morir. Por favor abrázame, tengo miedo, mamita. Mucho miedo.

-Hay que tener fe, hijita- dijo la madre tragando saliva y reprimiendo el llanto de su propio miedo-. Además, faltan pocos días para la primavera y todavía queda una hoja. Es la hoja campeona ¿sabes?

-Sí, pero hace un rato la vi temblar… Tápame, mamá, tengo frío.

La madre la arropó con sus mantas y fue a buscar unos paños húmedos. La niña tenía mucha fiebre.
Cada momento que Marie estaba despierta miraba por la ventana a la única hoja que todavía resistía. En la punta de la enredadera, la pequeña hoja marrón verdoso se aferraba solitaria a su base, y la niña, al verla, cruzaba instintivamente los dedos pidiéndole que resistiera para que ella también pudiera salvarse.
Y la hoja resistía.

Nieve, lluvia y viento.

Pasaron los días y la hoja aguantó…

Hasta que una mañana, mientras Marie miraba su esperanza, vio que un rayo de sol iluminaba la hoja, y descubrió que a su lado y más abajo en la enredadera pequeños botones verdes habían empezado a aparecer.

-Mami, mami, la hoja ha resistido, llegó la primavera, mami. ¿No es maravilloso?

La madre corrió junto a su hija y la abrazó con lágrimas en sus ojos. Ella no pensaba en la enredadera sino en su hija, que también se había salvado.

-Sí, hija, es maravilloso.

Pasaron los días y la niña comenzó a recuperar sus fuerzas muy despacio.

En la primera salida a la calle que el médico autorizó, Marie corrió al edificio de enfrente para preguntar por su amigo el pintor.

La casera se sorprendió al verla, quizás porque no era habitual que alguien sobreviviera a la tuberculosis.

-Me alegro de que estés bien- le dijo mientras la besaba con sincera alegría-. Tu amigo todavía no ha vuelto, pero me ha asegurado que en unas semanas lo tendremos por aquí. Mandó esto para ti.

Y remetiendo la mano en su escote, le alargó una carta para ella:

PARA ENTREGAR A MI AMIGA MARIE

“Hola, Marie.

Tal como ves, todo ha pasado.

Para cuando leas esto faltarán días para retomar nuestras clases de pintura.

Yo he comprado nuevos colores y pinceles; así que quiero regalarte los que fueron míos.

Dile a la casera que te abra mi apartamento y llévate mis cosas.

Practica mucho, recuerda las manzanas… y las escalas de colores.”

La niña saltaba de alegría. Después de pedir la llave a la casera, subió a la pequeña buhardilla a por sus pinturas.

Una vez allí, se acercó a recoger el atril que estaba, como siempre, junto a la ventana. Mirando hacia fuera vio, desde arriba, su propia cama en el edificio de enfrente.

Sin pensarlo, Marie abrió la ventana e instintivamente buscó a su amiga la hoja heroica, la que aguantó todo, la más fuerte de todas las hojas…

Y la vio.

Allí estaba en la pared, a un lado, muy cerca del marco de madera de la ventana.

Allí estaba. Pero no era una hoja verdadera, era una hoja que había pintado en el ladrillo su amigo el pintor…

Jorge Bucay

jueves, 11 de septiembre de 2014

Lanzan un sistema para dejar de depender de compañías electricas

"La autosuficiencia eléctrica es posible ¡Corta los cables!" es el nombre de la campaña nacional promovida por la Fundación Desarrollo Sostenible (FDS) que se presentó ayer en el Rectorado de la Universidad de Murcia. 


Dibujo ilustrativo sobre la campaña de la Fundación Desarrollo Sostenible sobre autosuficiencia eléctrica.
FDS ha desarrollado un sistema de autosuficiencia eléctrica, permanente y constante, que permite desconectarse de la red, dejar de pagar recibos a la compañía eléctrica, y mantener un abastecimiento de energía en cada domicilio, de forma independiente, con un coste amortizable en una media de ocho años. Este sistema se denomina A.O.S.S. (Alway Ongoing Sufficiency System, sistema de autosuficiencia eléctrica permanente), ha sido desarrollado en colaboración con empresas de energías renovables para hacer viable un autoabastecimiento eléctrico independiente del sistema vigente y está basado en la producción en casa de energía solar fotovoltaica. 

Al acto, que causó gran expectación, asistió del rector de la UMU y miembros del Patronato de la Fundación, entre ellosDomingo Jiménez Beltrán (exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente), Emilio Ballester y Eusebio Ramos, que explicaron con detalle la campaña y presentaron la página web (cortaloscables.com), en la que se indican todas y cada una de las posibilidades de participar y de acceder a una de estas instalaciones eléctricas. 

"El Gobierno nos quita también el derecho al sol" 

Jiménez Beltrán afirmó que "la energía es poder y la autosuficiencia energética y el autoconsumo es un empoderamiento de la sociedad civil y ahí está la batalla y la dificultad. El contexto político, desde el punto de vista energético, es para llorar. España tiene una gran dependencia energética de otros países y el Gobierno ha parado las energías renovables. La situación es insostenible, pero el margen de mejora es enorme. La ley del Sistema Eléctrico de diciembre del año pasado es un disparate, con un recorte tremendo a las renovables, que son las que mantienen la poca independencia energética de este país. Además, quieren implantar un peaje de respaldo que deberán pagar los propios consumidores". 

Además, indicó que "producir electricidad en tu casa y consumirla uno mismo sale más barato que el consumo de la red. Todo parte de la posibilidad del autoconsumo, que es algo que tienen algunos países desde hace más de 30 años, como EEUU y en ningún otro país que no sea España se penaliza el autoconsumo. Tenemos que cortar los cables antes de que nos los corten las eléctricas. Sólo en 2013 Iberdrola cortó los cables a 570.000 clientes. El Gobierno se está cargando el presente y el futuro de las renovables en favor de las empresas eléctricas. La opción que tenemos es la autosuficiencia conectada y espero que esto sea el comienzo de la concienciación de ciudadanos y empresarios murcianos". 

El exdirector de la Agencia Europea de Medio Ambiente dijo que ya es posible, como está ocurriendo en Dinamarca y en ciudades alemanas "que están municipalizando la red eléctrica. Lo que ocurre en España es kafkiano, pues han puesto una penalización enorme para disuadir del autoconsumo en balance neto. Como decía Ghandi, cuando hay una ley inmoral, lo moral es desobedecerla, pero claro las sanciones pueden llegar a millones de euros. Nos están quitando el derecho hasta al sol, que es algo que sale para todos". 

Un sistema para amortizarlo en ocho años 

Emilio Ballester dijo que "tenemos que defender a la sociedad de los atropellos. El Gobierno se carga las renovables y estamos buscando alternativas, y de ahí surgió esta campaña. La normativa no nos permite ser autosuficientes en la red eléctrica actual, pero hay una respuesta técnica y tecnológica, y con varias empresas del sector renovable de Valencia, Suiza y Austria hemos creado el sistema A.O.S.S.". 

Ballester explicó que la campaña va dirigida a todas las empresas y los ciudadanos que dispongan en sus casas de cuatro metros cuadrados para instalar el equipo energético (40 metros cuadrados en el tejado) y dijo que el coste está entre los 15.000 y 16.000 euros, precio que se presume que irá abaratándose con el tiempo y el desarrollo tecnológico. 

"Es energía solar fotovoltaica cien por cien y nos permite tener en nuestra vivienda nuestra propia fábrica de luz. Las que realizan la instalación son empresas que pasan unos controles de calidad y garantías de la Fundación. Si vienen varios días sin sol, se utiliza un generador de emergencia. Este aparato es novedoso y no hay cortes en el suministro. Si hay más consumo del que producimos se extrae energía de lo que tenemos acumulado. Con A.O.S.S. también se pueden crear redes en edificios y urbanizaciones, y así se abarata el coste", comentó. 

Además, dijo que "esto es legal, porque estamos fuera del sistema eléctrico y el único requisito es el boletín del instalador. Supone un cambio de filosofía en el uso de la energía, pues se debe utilizar la energía cuando más sol hay, es decir, es de día cuando hay que poner la lavadora o cualquier electrodoméstico". 

En el aspecto económico, Ballester indicó que una vivienda tipo con 5Kw de potencia contratada y un consumo anual de 7.500 Kh/h, el recibo de la luz al año supone una media de entre 3.000 y 3.500 euros, pero si el consumo es de la mitad la media anual está en torno a 1.700 euros al año, lo que supone al cabo de ocho años 18.662 euros (con una subida anual del 7%) o 20.435 euros (con una subida anual del 9%). "Con A.O.S.S. no se supera este coste en ningún caso en ocho años. Invertimos en nuestro propio abastecimiento y la instalación tiene una garantía de cinco años, además de las garantías y servicios que deben prestar las empresas autorizadas. En Murcia ya podemos ver instalaciones que están funcionando con A.O.S.S. Esto es un paso hacia la recuperación de la democracia energética", añadió Ballester. 

Desde la Fundación Desarrollo Sostenible se defiende el autoconsumo con balance neto como el mejor medio de democratización del sistema eléctrico español, que fomentaría el ahorro, la eficiencia energética y la participación en el mismo de cualquier ciudadano. "En la situación actual, en la que no existe el balance neto, el autoconsumo está penalizado, las energías renovables abandonadas, y donde el recibo de la luz se encarece constantemente de forma desproporcionada, hay que dotar a la sociedad de herramientas que permitan salir de la actual situación de esclavitud energética en la que gobierno y grandes compañías eléctricas nos quieren situar, usando para ello la energía del sol, abundante, límpia, segura y barata de la que se dispone libremente", indica la Fundación.

sott